DRÁCULA Y LA PULSIÓN ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE
«Bienvenido a mi humilde morada. Entre libremente y por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae consigo». Esas son mis primeras palabras en la novela que lleva mi nombre. Soy el conde Drácula, mi nombre es la metonimia de la muerte. Soy quién va succionando la sangre, ese líquido vital que os mantiene con vida, ese líquido que corre por vuestro organismo pero que sois incapaces de apreciar hasta que algo o alguien lo hace emanar. Soy quién engaña y engatusa a los mortales para que crean que pueden seguir disfrutando de aquello que dan por sentado; la vida.
Sé que la realidad asusta y que es preferible no pensar, no ser consciente de la fragilidad de la existencia. Lo mejor es simplemente, vivir. Pero ¿a qué precio? El individualismo excesivo, el poner precio a todo y creer que algo tan insignificante como el dinero os salvará es una necedad. Tarde o temprano vuestras acciones y creencias absurdas os obligarán a entrar en mi morada, un lugar en el que vais a estar completamente solos, un lugar en el que la felicidad terrenal no será más que el eco de un recuerdo difuminado. Quizás, por eso, los muertos no tienen memoria. Tal vez, sea tarea de los vivos recordarles y honrarles, tejer recuerdos para no perderlos del todo. Atesorarlos en corazones que a veces no saben ni siquiera, qué es lo que inherentemente les hace seguir latiendo.
Lo bonito de la vida es que es finita. Es irónico que yo lo diga ¿no? La muerte es tan solo algo a lo que todos nos enfrentamos tarde o temprano, una transición, un final. La maldición no es morir. Es tener que vivir como un no-muerto. Y muchos de vosotros, sin saberlo, sois no-muertos. No sabéis o no entendéis cúal es en realidad, el sentido de la vida. Pues bien, el sentido de la vida se concentra en una sola palabra, en cuatro letras, AMOR. Y la verdad es que todos lo necesitáis. No en vano, una de mis frases más célebres es «el hombre más afortunado de la tierra es aquel que ha encontrado el amor verdadero». Veis el amor y la atención como algo parecido a la sangre para un vampiro, algo que sustenta un frágil ego. Pero muchos sois incapaces de entender que amar, no implica tan sólo recibir, sino que es mucho más complejo. Implica dar. Y hoy en día, nadie se da a nadie más que a sí mismo. Nosotros, necesitamos la sangre para seguir haciendo malabares en esta delgada linea que separa la vida de la muerte. Nuestros cuerpos débiles y escuálidos así lo exigen y nuestra alma decrepita tan solo puede aspirar a no desfallecer cada vez que nuestras fauces se llenan de sangre.
No podemos compadecernos de nuestra presa, puesto que somos como animales, depredadores, no podemos apiadarnos de quién muere en nuestros brazos porqué nos va la vida en ello, el instinto de supervivencia nos empuja a dejar de lado emociones que puedan hacernos recapacitar. Pero vosotros, no deberíais ser como nosotros. Deberíais valorar todo el amor que los demás os brindan y transformarlo en felicidad. Deberíais admitir que el amor es lo que puede salvaros de ser como nosotros, puede salvaros de ser unos monstruos, puede devolveros vuestra esencia, puede humanizaros.
Parecerá una osadía, pero observando como vivís, siento que no soy demasiado distinto a vosotros. Dependéis de demasiadas cosas y personas a las que no valoráis. Para vosotros, las personas son peones, medios. Si me comparo con gente que empieza a salir con alguien, le succiona el alma, le miente, lo utiliza y después lo abandona como un perro, me considero mejor. ¿Soberbia? No. Igualdad. Los vampiros arrebatamos la vida física, pero vosotros arrebatáis la vida emocional y espiritual, así creáis a gente no-muerta, presa de unos fantasmas letales como la depresión, la ansiedad, la confusión, el tormento y la desesperación hijos de un maltrato y rechazo injustificado. Les arrebatáis el amor propio, porqué os lo entregan todo a cambio de nada y no lo apreciáis. La altivez de aceptar que habéis dañado a alguien que os ama, se convierte en arrogancia e insensibilidad. Por eso, no me considero diferente. El desprecio o indiferencia hacia la vida humana, es el mismo.
Yo, al haber sido como vosotros tiempo atrás, conservo algo de vuestro carácter. No destruí a quién amaba sino que intenté destruir a quién la amaba. Es decir, intenté quitarme la competencia, algo que siempre está presente en vuestro dia a dia. No demostré clemencia con Harker, pero a ella, a Mina, jamás fui capaz de hacerle daño porqué precisamente, lo que brotaba de mi alma escuálida era amor honesto, sincero pero no correspondido. Hoy, muchas personas destrozan a quiénes de verdad les aman, mienten, fingen sentir algo que no están dispuestos a mentener y después culpan al otro de amarles. Y eso debería ser un crimen. Son narcisitas, vampiros emocionales, actúan como yo actué con quién no amé, pero necesité para sobrevivir en Inglaterra, la bella y cándida Lucy. La convertí en vampiro porqué creía que soportaría toda la oscuridad que llevo encima. Pero no fue así. Alguien tan puro y tan cándido no puede soportar la naturaleza vampírica, depredadora y aniquiladora. Así que en ese caso, quise acabar con su sufrimiento de una vez por todas, no merecía esa agonía, pero Van Helsing se me adelantó. Es la única ocasión que recuerdo en la que no he sido inmune ante el sufrimiento, es la única ocsión en la que recuerdo sentir algo de compasión.
Sabéis mi historia: Mentí a Harker, pretendía secuestrarlo en mi castillo para poder ir a Inglaterra y recuperar el amor de aquella a la que yo amaba. Pero desgraciadamente, fallé estrepitosamente. Ella no me amaba como yo a ella, lo amaba a él. Y él, la amaba a ella. Creía que podía controlar el destino y los sentimientos de la gente, creía que transformándome en un ser humano apuesto y atractivo, ganaría su corazón. Pero no fue así. Ella jamás se interesó en lo superficial, creo que siempre vio más allá y Harker tenía algo que yo no podía demostrar. Amor verdadero, complicidad, compasión y bondad.
Tarde, entendí que no podía hacer nada para separarles. El único momento en el que encontré tranquilidad, fue cuando me clavaron la estaca en el corazón. Dejé de sentir y sufrir. Supe que ella, sería feliz y que el destino, muy a menudo depende de nuestras decisiones. Un propósito no altera los poderes del tiempo. Yo pensé que podía controlar fuerzas indomables. Y sé que vosotros también lo pensáis. Pero eso, no es así. Ella jamás me amó, pero yo, el monstruo, la abominación, quién no podía sentir nada por nadie, sentí todo por ella. Pero entendí a las malas lo que hoy tampoco se entiende. El amor es cosa de dos, no es el producto de un ego desmedido que quiere amar tan sólo para que le amen hasta cansarse.
Vivir la vida como si fuéseis inmortales hace que no la valoréis como es debido. Vivir la vida creyendo que amar es tan sólo algo que depende de uno y de los deseos y pasiones más bajas, es una soberana estupidez. Los seres humanos, a pesar de ser una especie extraordinaria, pecáís de ingenuidad, soberbia e indiferencia hacia todo lo que no tiene un valor material. Sólo la literatura puede guiaros. Tan solo los errores y los aciertos de personajes como yo que mimetizan los vuestros, pueden ayudaros a cambiar y rectificar, a despertar. A dar un sentido a la vida distinto al impuesto por un sistema voraz, sedante y despiadado.
Nacer, salir de las entrañas de una mujer, cubiertos de sangre y entre llantos, es algo que damos por sentado, la vida se nos concede sin que la elijamos. Pero una vez la tenemos, la verdad es que no la valoramos como es debido. Vivir conlleva un esfuerzo y un sufrimiento que pocos entienden y que muchos evitan. Sólo cuando el destino interviene y sufrimos un accidente, una enfermedad o ciertas circunstancias entendemos la suerte que teníamos, entendemos lo valiosa que fue la vida. Incluso cuando alguien a quién queremos muere y desaparece, nos sentimos mal. Creemos sentir rabia, impotencia, y compasión por el muerto. Pero en realidad, lo que sentimos y no queremos admitir, son remordimientos por no haber aprovechado el tiempo con esa persona, por haber dado por sentado que la muerte era algo que parecía no poder alcanzarnos jamás.
Aseguraos que antes de entrar en la morada en la que os espero hayáis amado de verdad, hayáis dado un sentido a vuestra vida que trascienda lo material y superficial, aseguraos de amar y ser amados por lo que sois, con vuestras escasas virtudes e infinitos defectos. Porqué al final, no hay mayor recompensa que saber que vivir, no es tan solo exisitr. Aseguraos de haber sido buenos y luchado por lo que verdaderamente amáis y creéis. Quizás, sólo así, podáis vivir eternamente y evitar el olvido como vestgio de vuestro paso por la tierra.
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