DORIAN GRAY: LA BELLEZA, EL ARTE Y EL DESEO DE PERMANENCIA
La belleza es tan solo un disfraz, una coraza, un escudo bajo el que se ocultan los instintos, deseos y pasiones humanas, lo prohibido, lo oscuro y misterioso junto con aquello que nos hace ser quién somos, la esencia de cada uno; el alma humana. Está confinada en las profundidades del ser, cuya capa externa, es tan solo fachada, algo irreal, hecho para disimular la monstruosidad que el cuerpo humano es capaz de albergar.
Los ojos no están preparados para ver la verdadera apariencia de ese alma. Si lo estuviesen, muchos de nosotros, nos aterrorizaríamos al vernos enfrente del espejo tal y como realmente somos al despojarnos del cuerpo y su estética. ¿Cuánta gente cree que sería tan bella y perfecta como lo es aparentemente? Las cirugías estéticas, los tratamientos anti-edad, el maquillaje… son tan solo un arreglo superficial, temporal que en absoluto revela la apariencia del alma, son trampas para los sentidos, la cáscara que debe romperse para hallar el fruto.
Yo soy el reflejo de la reminiscencia de lo que un día fue el alma de uno de los jóvenes más bellos de este mundo, un ser inocente al que pervirtieron, sedujeron y dejaron a merced de las más oscuras pasiones que alberga el corazón humano. Por la belleza externa y eterna, permitió un deterioro total de su esencia. Yo soy aquello que queda de un espíritu corrompido por la avaricia, la inconsciencia, el cinismo, la indiferencia y la soberbia, soy lo que queda de Dorian Gray, lo que él mismo junto a la persona equivocada, hizo de él y pretendió ocultar al mundo, confinando su alma en su retrato, mostrando tan sólo su coraza y presunta apariencia.
Ingenuamente, creyó que la vida puede ser vivida impunemente, sin tener en cuenta a nadie más que a sí mismo y sus propios deseos, amoralmente, sin pensar en las consecuencias de sus actos. Hizo un pacto con el diablo, en el que yo, un mero lienzo destinado a ser un retrato que debía reflejar y preservar eternamente su belleza, iría adoptando la verdadera apariencia de su alma; un alma lúgubre, putrefacta, abominable y deleznable que con cada desprecio, cada abuso, con cada exceso, iría demacrándose, encolerizándose, muriendo día a día sin poder hacerlo del todo jamás. Mientras, su cuerpo adoptaría la belleza inmortal y la vida eterna, sería lo que yo debería haber sido, una obra de arte viviente con el carácter inmaduro de un niño déspota y caprichoso que degustaría el elixir de la juventud eterna y los placeres terrenales que esta vida puede ofrecer, el hedonismo que supone vivir egoístamente, de espaldas al mundo y a los otros seres humanos. Sin embargo, yo sería el recordatorio de lo que en realidad era, un ser mezquino y miserable cuya vida era un espejismo, una fantasía que podría ser ocultada, pero jamás eliminada a no ser, que fuese él mismo quién lo hiciese. La unión que encadena un alma a un cuerpo, supone una vinculación íntima y metafísica que solo la muerte puede romper.
Al principio, me tuvo expuesto en su salón para hacer ostentación de sí mismo, por vanidad y egolatría, me mostraba con orgullo y satisfacción a todos sus invitados y se deleitaba con los cumplidos y alabanzas que le dedicaban, hasta que se dio cuenta del proceso de degradación emocional que padecía a causa de su caótico y pomposo estilo de vida. No la vivía, la derrochaba mientras yo mutaba. Por eso, al ver la abominación en la que me estaba convirtiendo a medida que sus sentimientos y emociones se iban marchitando, la transición que padecía aquello que había extirpado de su interior, me encerró en un ático bajo llave y corrí la misma suerte que la de todos aquellos que se iban topando con él, fui ignorado y despreciado, usado acorde a su conveniencia y olvidado en aquel tedioso y caótico desván.
No obstante, él tenía muy claro que nadie puede escapar de sí mismo, ni siquiera quién pacta con el diablo puede renunciar por completo a su alma, porqué en el fondo, el alma es lo que somos, nuestro ethos o esencia y a pesar de haber pactado con el diablo yo, seguía ahí. Dorian se sentía más vivo que nunca, sin embargo sabía que tan solo podía confinarme o en su interior o en algún otro objeto pero renegar de mí, implicaba renegar de sí mismo, así que desde el momento en que dijo que estaría dispuesto a renunciar a su alma con tal de obtener la belleza eterna, después de decir “sí”, tuve la certeza de que tarde o temprano, volvería a mí, es decir, a su esencia. Sin embargo, eso tan sólo podía lograrlo el tiempo.
Nadie pudo ser indulgente con él, al saber los pecados que cometió, jugó con la gente y con los sentimientos de los demás, centrándose tan solo en satisfacer sus deseos de atención y admiración. Después de romper el corazón a Sybil, la que mujer que más le había amado, después de que ella, a petición de él y por amor, le hubiese entregado su esencia, concediéndole el honor de ser el primer hombre que la hiciese sentir mujer entre esas sábanas, después de que ella se quitase la vida al no reconocer al monstruo que tenía en frente, después de que junto a Lord Henry se burlasen de ella y la menospreciasen, ignorando su pérdida, bebiendo en una taberna y haciendo como si nada hubiese pasado mientras su cuerpo inerte todavía flotaba en las frías aguas del Támesis; después de matar a su amigo Basil en un arrebato, a sangre fría cuando le dijo que debía destruirme, después de sucumbir a todas las tentaciones y caprichos, supuestamente para liberarse de ellas, de vivir una vida indecente y vacía, que tan solo las chicas de compañía, los burdeles, las fiestas, las drogas y el alcohol conseguían llenar, vio como yo, su retrato que era en realidad el reflejo de su espíritu, iba envejeciendo, desvirtuándose y desnaturalizándose. Su alma, su ser, se hallaba en frente de él cada vez que subía a ese ático. Ya no era el cuadro que había pintado su amigo del alma para inmortalizar su juventud y belleza, era un espejo, mostrándole el rostro de lo que no se puede ver a simple vista así como tampoco se puede eludir, la vejez, el sufrimiento, los remordimientos y la muerte, el energúmeno en el que se había ido convirtiendo.
Sin embargo, creo que jamás fue consciente de quién era realmente, su inocencia, juventud e inexperiencia le jugaron una mala pasada, él tan solo se centró en pretender ser lo que Lord Henry Wotton quiso hacer de él. Corrompió a un ser puro e ingenuo, en quién vio potencial para sucumbir a todos los pecados que él mismo jamás tuvo el coraje de cometer, adoptando el peor rol de maestro existente, aquel que no pregona con el ejemplo, el cobarde que incita a los demás a hacer aquello que él no está dispuesto a hacer. Wotton le convirtió en el discípulo perfecto, una presa a la que entregar a la perversión y a la mala vida camufladas bajo la apariencia de eventos y convencionalismos sociales victorianos que le permitirían alcanzar algo tan efímero y decadente como la belleza externa y la fama. Le convenció de que la juventud es lo único que vale la pena preservar, que podría vencer a la propia muerte, sin pensar que eso es una falacia. Claro que Dorian, no cuestionó a su “maestro”, pensó que Lord Harry, con su aparente sofisticada oratoria, que no era más que una vertiginosa verborragia, sabía perfectamente de lo que hablaba, cuando en realidad su alma era tan repulsiva y sucia como sus perversas intenciones, él estaba interpretando el papel de salvador y guía de un pobre muchacho recién llegado a Londres, sabiendo perfectamente que todo lo que salía de su boca, eran fantasías y pretensiones, un libertinaje extremo que condenaría a cualquiera no entender de qué va realmente la vida.
Dorian, mantuvo la belleza y vivió por qué yo, en su lugar, encerrado en aquel ático, maloliente y putrefacto, iba envejeciendo y consumiéndome por él. Todo acto, tiene consecuencias sobre nuestras almas, por eso, estamos confinadas bajo una apariencia apacible y cándida, pero en realidad, soportamos la pesada carga de vuestros pecados y malos actos. Existe una diferencia colosal entre el arte y la vida, los seres humanos, sois los artífices de las disciplinas artísticas más importantes como la pintura, escultura, música y literatura. Podéis sentir el arte, pero jamás podréis llegar a serlo. Eso se debe a vuestra propia condición, la naturaleza humana, es per se imperfecta, sin embargo, algunos podéis plasmar y expresar la perfección subjetiva a través del arte, podéis inmortalizar lo que lleváis dentro, la manera en la que percibís el mundo y sentirla a través del amor, la bondad y la pasión que vuestra alma desborda. Yo fui el resultado de la percepción que Basil tuvo de su amigo, un ser hermoso e inocente, incorrupto que desbordaba belleza y perfección estética.
El arte es la idealización, sublimación e inmortalización de la vida y nace de las emociones, los monstruos, también. Nosotros representamos el lado oscuro del ser humano, lo desconocido, sus temores más profundos, arrojamos luz a su imperfección y a su vulnerabilidad que en el fondo, tiene unos sustentos sólidos e indiscutiblemente primarios, el desconocimiento y el miedo a todo lo que se nos ha dado y no siempre puede controlarse; la vida, la muerte y hasta uno mismo. Por eso os hacéis llamar seres “racionales” para no enfrentarnos a vuestras emociones y sentimientos, para eludirlos. Sin embargo, ese lado oscuro, nosotros, los monstruos, acabamos engulléndoos y tenemos un aspecto tan desaliñado, por qué nos alimentamos de vuestra propia ignorancia y temor, cuanto más miedo, más grande es el monstruo albergáis bajo el pecho.
La falta de autoconocimiento y conciencia de lo que significa ser humano, conduce al desconocimiento total del alma, nadie se plantea que un ser humano sea un alma, a día de hoy somos más bien cuerpos vivientes. El concepto de alma tan solo suele aparecer al morir, con el objetivo de no poder o querer asumir la transición de la vida y su final desenlace, ese hecho delata una insatisfacción enorme con nosotros mismos y nuestro paso por esta tierra, una incapacidad manifiesta para asumir que la muerte acaba devorando la vida. Sin embargo, no sé si debido a esa insatisfacción crónica, hemos puesto de moda el culto al cuerpo, a la belleza externa, tan sólo cuidamos lo que después de la muerte, es pasto de los gusanos o de las llamas del averno. Alabamos, cuidamos y exaltamos nuestros cuerpos, sin ni siquiera plantearnos por qué lo hacemos. Somos superficiales y materialistas, y así es como lo demostramos.
Somos humanos y a día de hoy, pocos pueden entender qué es lo que realmente nos hace humanos, qué es el alma o ethos, aquello que no se puede ver y solemos dejar morir de inanición, mientras gastamos toneladas de dinero en operaciones estéticas, gimnasios, cremas, potingues, empeñándoos en preservar la estética exterior, la belleza y la juventud descuidando por completo la interior, valores como el amor, la humildad, la amistad y el perdón… el alma, para los humanos como Dorian y como vosotros mismos es algo que no se tiene jamás en cuenta hasta que se ve el cuerpo de un ser humano en un féretro, el cuerpo es lo que queda, el alma, es el recuerdo lo que permanece en el arte y en el corazón de los que nos han amado. Pero tan solo apreciamos e invocamos las almas, cuando la muerte nos ha segado, dejando tan solo el cuerpo. Quizás, lo hacemos, por miedo, quizás por remordimiento… no lo sé, sólo sé que en vida, los humanos no nos tenéis en cuenta, quizás por ser invisibles a los ojos, quizá por ser vuestra esencia y ser la pieza clave que os mantiene con vida, el recuerdo de vuestra condición mortal ergo vulnerabilidad.
Siempre pensó que era yo quién le atormentaba, pero no, era su propia conciencia, si se manifestaba en forma de sueño o fantasma, daba igual, él la había ignorado durante años junto con su sentido de moral y responsabilidad y a pesar de todos los esfuerzos hechos para eludirlos, los remordimientos siempre vuelven. Los fantasmas, somos almas perdidas, atormentadas y condenadas plagadas de aflicciones y pesadumbres que solemos tener una misión; advertiros del peligro que corréis o corren los de vuestra misma especie, atormentaros por lo que habéis o no habéis hecho, apresaros en vuestro propio remordimiento y recordaros vuestra fragilidad e imperfección. Preguntádselo a Scrooge, otro de los personajes más deleznables de la literatura inglesa que recibió la visita de cuatro fantasmas que le ofrecieron la salvación antes de que fuese demasiado tarde. Somos almas sin cuerpo, que vagamos perdidos entre este mundo y el otro, tan solo podemos descansar en paz cuando de verdad hemos cumplido nuestro propósito, la conciencia de Dorian reapareció cuando él se dio cuenta de la gravedad de sus acciones le recordó que la única salida que tenía era la redención. Somos el reflejo de lo que fuimos en vida, un alma que abandona el cuerpo y se ve a sí misma, tal y como realmente es, aquello que nadie en vida vio, pero inconscientemente, habitó en las profundidades de su ser, tras la fachada del cuerpo; la verdadera imagen de uno mismo y de todo lo que ha hecho en vida no tan sólo por sí mismo, sino también por los demás.
Yo no debería haber sido un fantasma, debería haber sido un recuerdo que mantuviese a Dorian vivo para siempre, pero no lo fui, fui su esencia materializada, el reflejo de su pobreza emocional y espiritual, un ser condenado a recordarle quién era en realidad, el fraude que había montado y en el que vivía sin tener en cuenta que cada día que pasaba, se hallaba más lejos de encontrar la salvación para su alma, un alma que no alimentaba, un alma que con cada una de sus inmorales acciones, iba marchitándose, envejeciendo, hasta ser una auténtica abominación, hasta ser lo que jamás quiso ser pero irremediablemente fue, él mismo, un ser horrible, escuálido, rastrero y decrépito que creyó que podría huir de lo que era, la sombra de un espíritu plagado de miedos que desterró de sí mismo, la contemplación de aquello que por algo no puede verse, el emponzoñamiento de un alma cándida corrompida por su propio miedo, la corrupción de los sentimientos y la conciencia que al final, definen lo que realmente somos. No podemos ver lo ue hemos hecho de nosotros mismos y esa, es nuestra suerte o nuestra desgracia. En el siglo XXI el hombre se ha convertido en todo menos en humano y ve solo lo ue uiere ver, no la realidad, lo verdadero yace bajo la superficie, sin embargo, vivimos en una jaula de oro, esclavos de nuestras pasiones, de nuestra ignorancia, de nuestros instintos, de nosotros mismos y creemos ingenuamente que somos libres… no hay inteligencia, no hay sabiduría, las almas de muchos están podridas, prácticamente moribundas, pero nos miramos en el espejo y vemos lo que queremos una perfección forzada , no lo que realmente hay debajo la superficie, no lo que realmente somos.
Morí cuando él se dio cuenta de lo que había hecho de sí mismo, de la vida. Morí cuando fue consciente de que ya no podría vivir con Sybil y el amor profundo y sincero que ella le prometió, cuando se dio cuenta de los retratos que Basil ya no le haría. Lleno de rabia y odio consigo mismo, se plantó ante a mí, me miró a los ojos, cansados, hinchados, viéndose tal y como era en realidad. Sin demasiada dilación, me clavó el cuchillo en el corazón. Aquel momento, supuso para mí, una liberación. Había estado tanto tiempo de rodillas anhelando la redención, que a pesar de mi horrenda apariencia, conseguí esbozar una sonrisa en la cara deforme del retrato. Salí de mi confinamiento y poseí el cuerpo de Dorian, pero había vivido demasiado, había hecho demasiado daño como para no pagar por todo lo que hizo, su corazón no lo soportó, lo natural es que el alma salga del cuerpo, no que entre en él.
El aspecto físico, que yo había adquirido se impregnó en él y de mí, tan sólo quedó el retrato original de aquel joven que llegó a Inglaterra con veinte años. Su inocencia, belleza y juventud que cautivaron el alma de quién pagó con su vida los pecados que otro jamás tuvo el coraje de cometer, quedaron intactos.
De la persona, de él, tan solo quedó el cuerpo con el rostro de lo que eligió ser y demostró ser. Un muchacho joven, altivo e ingenuo que no supo apreciar lo que de verdad la vida le brindó: amor, fugacidad y dolor. Aquí, en mí, yace la inmortalidad y auténtica cara del famoso Dorian Gray.
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